Esta es mi segunda entrada en mi Blog, tal como os prometí. Si encontráis
algún paralelismo o parecido a nuestra realidad espero que esto os sirva para
reflexionar.
Existió hace ya muchos años un hermoso y lejano País, más allá de los mares
conocidos, rodeado de impresionantes montañas, lagos y llanuras sin fin, habitado
por un pueblo feliz. Con sus estructuras familiares, sus creencias, su cultura
y su propia lengua. Tenían, como debe ser, sus mandatarios que organizaban sus
vidas y velaban por ellos, estos no eran perfectos ni infalibles, pero su pueblo
los veneraba y respetaba y a cambio ellos los amaban, guiaban y protegían.
Una historia de miles de años en el que los pobladores de este pequeño y
aislado País vivieron con un nivel de
vida humilde pero suficiente, tenían todo lo estrictamente necesario, pero
sobre todo eran muy, muy felices.
Bien, este País, a sabiendas de que los extranjeros acabarían trayendo la
desgracia a su pueblo, prohibió durante muchos años la entrada de cualquier
extraño a su bonito y tranquilo Edén.
Pero la ambición y el
deseo de poder de los humanos no tiene limite, y un día hace mas de 50 años, su
vecino mas temible y poderoso, decidió sin ninguna lógica que aquel pedazo de tierra debía pertenecerle y para ello no
encontró otro camino para reivindicar sus viles derechos, que el de invadir con
sus poderosas armas a aquel inofensivo y acogedor pueblo.
Intentaron convencerles
que el único camino para conseguir el progreso y la calidad de vida que ellos tenían
y que aquellos infelices nunca tuvieron ni envidiaron, era el estar a su lado,
ya fuera pacíficamente o sucumbiendo al poder destructivo de su armamento.
Solo unos pocos
valientes plantaron cara a aquellos bravucones y violentos invasores, y como
podéis imaginaros fueron aplastados sin esfuerzo y para escarmiento de los
demás habitantes del país destruyeron la mayor parte de sus símbolos religiosos
y apresaron, condenaron y ejecutaron a todos los dirigentes y mandatarios de
aquella hasta entonces pacifica comunidad.
El autor de este escrito, enfrente del
Palacio de Potala en Lhasa (Tíbet)
Bueno, la mayoría
quizás ya habréis imaginado que estoy hablando del Tíbet. Un país que tengo el
inmenso placer de conocer, al que
respeto, y con el que me siento identificado y solidario. Con una impresionante
y salvaje naturaleza, y la amabilidad y hospitalidad de sus gentes.
Si la invasión de sus
vecinos los chinos fue arrasadora, criminal y desigual, a pesar del balance que
dejaron de mas de 5000 monasterios destruidos, miles de monjes pasados por las
armas, otros tantos campesinos, niños y mujeres asesinados vilmente, Khampas
perseguidos hasta la muerte, solo en Lhasa en el año 1959 mas de 90000 muertos,
por no decir los cientos de presos y torturados. Y los más afortunados los que
pudieron exiliarse y huir a los países vecinos, Nepal, India, Sikkim etc. Donde
estos últimos pudieron conservar sus creencias y salvaguarda lo poco que pudieron
de su cultura milenaria, lejos de su amada tierra.
Lo que vino después de
los que esos señores de la guerra llamaron tiempos de paz y prosperidad, son a
mi juicio todavía peor que la propia guerra.
En el año 2003 estuve
20 días en el Tíbet, pude comprobar en primera persona todo el mal que aquellos
descerebrados chinos hicieron a este increíble país, les estaban imponiendo su
particular forma de vida “Chinizar” a los tibetanos (¿os suena?). O lo que es
lo mismo aplicar su personal Revolución Cultural China.
Les prohibían
expresarse en su idioma. Les impedían expresar su adhesión a sus antiguos
lideres espirituales, hasta el hecho de que encontrar en su poder imágenes del
Dalai Dama era severamente castigado. Demolieron sus barrios típicos para
construir grandes avenidas o fríos edificios en donde poder emprender el
asentamiento a gran escala de población china en la región y alojar a los miles
de chinos que venían a buscar riqueza en aquellas tierras que sus dirigentes
les habían prometido, se construyeron hoteles, grandes almacenes, Bares,
discotecas y cientos de burdeles etc. Todo en aras de una nueva civilización y
el fin de toda reminiscencia de la cultura tibetana. Se respetaron algunos
monasterios o palacios para que los turistas la mayor parte chinos pudieran ver
como vivían en aquel país antes de que ellos lo liberaran de la opresión del
Dalai Lama y sus seguidores.
Hoy en día la milenaria
lengua tibetana esta en franca minoría en el Tíbet y solo se conserva en el
mundo por el esfuerzo que el Dalai Lama y los miles de exiliados hacen por
conservarlo fuera de su amado País.
Bien eso es todo por
ahora en esta segunda entrada del Blog. Pensar mis queridos amigos de España si
esta historia hubiera ocurrido en vuestro país, en vuestra querida España, esta
España vuestra… (Y sigue la letra de Cecilia). ¿Cómo os sentiríais?
Yo, os lo cuento en mi
tercera entrada a mi blog. Hasta entonces.
Como información,
siempre que cuelgo mi bandera independentista en mi balconada, pongo al lado la
de ese amado y lejano País, el Tíbet, pues quiero que sepan que ellos tampoco
están solos.
Ramon
Feixa i Jové
QUERALBS 2012