SEGUNDA PARTE.
Hicimos una parada en las
instalaciones deportivas donde nos esperaba Bhupendra, coordinador e impulsor
en Nepal del proyecto que nació de la colaboración de él y su buen amigo
Juanjo.
El resto del día lo
pasamos en casa de Bhupendra y paseando por el pueblo en olor de multitudes,
los niños reconocían a Juanjo y constantemente lo abrazaban demostrándole su
agradecimiento y cariño por lo que estaba haciendo desinteresadamente por
ellos.
Todo estaba resultando un
éxito, aunque aquella noche llovió intensamente, el día siguiente amaneció
tapado pero sin lluvia. A la hora prevista el ministro de Deportes de Nepal se
presentó en casa de Bhupendra y compartió el desayuno con nosotros y las
autoridades del pueblo.
Más tarde nos dirigimos a
pie hasta el polideportivo donde estaba todo preparado para la esperada
inauguración, sillas para los invitados, un improvisado escenario para los
discursos, los niños uniformados, y todo el pueblo con sus mejores galas. Las
banderas de Nepal y España ondeaban por doquier, la mayoría de los niños
alzaban con sus manitas ambas banderas como señal de triunfo y agradecimiento.
Se reflejaba la alegría en
todos los rostros, los niños en especial estaban radiantes, eran conscientes
que todo aquello se había hecho para ellos y eso lo llenaba de felicidad.
Todo salió rodado, cada
uno de los Políticos y responsables del proyecto soltaron sus discursos, todos
ellos hablaron en inglés y algunos solamente en Nepalí, solo mi amigo Juanjo
hizo un magnifico discurso en inglés y rematándolo en Nepalí, cosa que arrancó
los aplausos de todos incluyendo al propio ministro.
El ambiente festivo era
palpable, los niños habían preparado con mucha ilusión unos bailes típicos que
fueron una maravilla de espectáculo para todos los asistentes. Poco a poco
algunos abandonaban el lugar, y cuando ya el ministro y su escolta habían
subido a sus todoterrenos, se desató toda la salvaje furia de la naturaleza.
A todos nos pilló
desprevenidos, no sabíamos exactamente lo que estaba pasando, notábamos que
nuestras piernas temblaban, los coches aparcados se movían y daban pequeños
saltos, uno de ellos sin frenar se lanzó lentamente a rodar, su propietario
subió rápidamente a su interior y lo frenó. Al mismo momento y cuando todavía
no salíamos de nuestro asombro las casas de la aldea situada encima de la
colina a unos 500 metros, empezaron a estallar como si de un bombardeo se
tratará. Los niños empezaron a llorar y corrieron a abrazarse a sus madres,
estas conscientes de lo que les estaba pasando arrancaron a gritar y a llorar
mientras intentaban consolar a sus hijos. Los hombres que hasta entonces no
habían reaccionado se lanzaron a toda prisa encima de sus camiones y furgonetas
y se dirigieron rápidamente hacia el pueblo.
Nosotros todavía en shock,
decidimos tomar el mismo camino a pie. Cuando llegamos a las primeras casa del
pueblo, nos dimos cuenta del alcance que aquellos breves segundos habían
significado para aquella bonita aldea, que paso en pocos minutos de una fiesta
total a una tragedia sin límites…
Continuará...